Metales enmohecidos
por querese convertir en orgánicos,
intelectuales desdichados
viviendo de conflictos y pobrezas,
engordantes empresarios
lavándose las manos a nombre de la
libertad,
dueños de sueños y promesas
escondidos tras la pantalla de TV,
Dioses que nos han abandonado
porque solo hemos comerciado con su
imagen
y un aparente extinguirnos lento
en este suicidio colectivo de la
humanidad,
pero entre eso se esconde una esperanza
pues en cada rincón del Abya Yala
surgen las voces contundentes
de los pueblos del sol y del maíz,
los hijos de la tierra y del asfalto
que nos negamos
a vendernos, a claudicar
y a traicionar lo mas elemental
que es la vida, el territorio y la
dignidad....
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